RIO TEUCO Puerto de Saint John, Canadá, verano septentrional de 1987 por Horacio Insaurralde
|
RIO TEUCO |
Puerto de Saint John, Canadá, verano septentrional de 1987.
En ese viaje del poderoso “Río Teuco” se había reunido un lindo grupo
de Oficiales jóvenes, a los que se sumaban Pilotines y también un
pasajero ahijado de algún Gerente.
Esa mañana de domingo era radiante de sol, ideal para salir a pedalear hasta la ciudad, que estaba bastante lejos.
Apenas asomaron las bicicletas a cubierta los detuvo en el portalón un
canadiense serio y muy elegante, diciendo que era el Jefe de Seguridad e
Higiene de la terminal (título apabullante pero totalmente desconocido
para cualquier argento en esa época) y prohibiendo la salida de los
rodados. La causa era simple: las bicicletas habían estado en contacto
con tierra, barro, polvo, lo que sea, “sudamericanos” y por ello podían
contaminar el glorioso suelo canadiense con enfermedades y pestes
varias.
Los colegas llamaron al Oficial de Guardia, que
casualmente era este escribiente, por entonces con la mitad de edad de
la que tengo ahora, pero todavía con el doble de paciencia necesaria
para tolerar al máximo la estupidez humana.
Pacientemente
escuché las razones de Mr. Safety y le comenté que las bicicletas habían
rodado antes por puertos de sus inestimables vecinos sureños, como
Jacksonville, Savannah, Baltimore, Philadelfia y hasta la bendita Gran
Manzana.
Ante su persistente negativa, pregunté si se podía
solucionar el tema mediante una fumigación de las bicicletas, así que
apenas aceptó la propuesta, apareció como por arte de magia entre mis
manos un aerosol de Raid mata moscas y mosquitos, con el que procedimos a
rociar las ruedas, rayos, cuadros, el manubrio, el inflador y por las
dudas, hasta los timbres.
Apenas desembarcaron todos con sus rodados
legalmente descontaminados y el conforme del aguafiestas canadiense, le
entregué el tacho de Raid al Marinero de Guardia, pidiéndole que me
avisara si este tipo volvía a aparecer en cubierta.
Media hora
después efectivamente volví a la planchada, donde el Marinero había
impedido el libre paso de Mr. Safety. Me acerqué blandiendo el tubo de
Raid, agachándome y amagando rociarle sus relucientes zapatos de charol.
El hombre retrocedió de un salto, preguntando si me había vuelto loco.
Todo lo contrario, le dije, simplemente estaba tratando de
descontaminar sus zapatos para evitar que pudiera pisar la cubierta de
MI barco con tierra, barro y polvo canadienses, contaminados vaya uno a
saber con qué pestes !!
Naturalmente el tipo huyó despavorido
por la escala real y extrañamente en los días subsiguientes nadie más
se atrevió a acercarse al Teuco, ni siquiera para tratar de explicarnos
algún otro tema interesante sobre “Seguridad e Higiene”…
|
RIO TEUCO |
No hay comentarios.:
Publicar un comentario