viernes, 11 de octubre de 2013

RIO TEUCO Puerto de Saint John, Canadá, verano septentrional de 1987 por Horacio Insaurralde

RIO TEUCO

Puerto de Saint John, Canadá, verano septentrional de 1987.

En ese viaje del poderoso “Río Teuco” se había reunido un lindo grupo de Oficiales jóvenes, a los que se sumaban Pilotines y también un pasajero ahijado de algún Gerente.

Esa mañana de domingo era radiante de sol, ideal para salir a pedalear hasta la ciudad, que estaba bastante lejos.
Apenas asomaron las bicicletas a cubierta los detuvo en el portalón un canadiense serio y muy elegante, diciendo que era el Jefe de Seguridad e Higiene de la terminal (título apabullante pero totalmente desconocido para cualquier argento en esa época) y prohibiendo la salida de los rodados. La causa era simple: las bicicletas habían estado en contacto con tierra, barro, polvo, lo que sea, “sudamericanos” y por ello podían contaminar el glorioso suelo canadiense con enfermedades y pestes varias.

Los colegas llamaron al Oficial de Guardia, que casualmente era este escribiente, por entonces con la mitad de edad de la que tengo ahora, pero todavía con el doble de paciencia necesaria para tolerar al máximo la estupidez humana.

Pacientemente escuché las razones de Mr. Safety y le comenté que las bicicletas habían rodado antes por puertos de sus inestimables vecinos sureños, como Jacksonville, Savannah, Baltimore, Philadelfia y hasta la bendita Gran Manzana.

Ante su persistente negativa, pregunté si se podía solucionar el tema mediante una fumigación de las bicicletas, así que apenas aceptó la propuesta, apareció como por arte de magia entre mis manos un aerosol de Raid mata moscas y mosquitos, con el que procedimos a rociar las ruedas, rayos, cuadros, el manubrio, el inflador y por las dudas, hasta los timbres.
Apenas desembarcaron todos con sus rodados legalmente descontaminados y el conforme del aguafiestas canadiense, le entregué el tacho de Raid al Marinero de Guardia, pidiéndole que me avisara si este tipo volvía a aparecer en cubierta.

Media hora después efectivamente volví a la planchada, donde el Marinero había impedido el libre paso de Mr. Safety. Me acerqué blandiendo el tubo de Raid, agachándome y amagando rociarle sus relucientes zapatos de charol.

El hombre retrocedió de un salto, preguntando si me había vuelto loco.

Todo lo contrario, le dije, simplemente estaba tratando de descontaminar sus zapatos para evitar que pudiera pisar la cubierta de MI barco con tierra, barro y polvo canadienses, contaminados vaya uno a saber con qué pestes !!

Naturalmente el tipo huyó despavorido por la escala real y extrañamente en los días subsiguientes nadie más se atrevió a acercarse al Teuco, ni siquiera para tratar de explicarnos algún otro tema interesante sobre “Seguridad e Higiene”…
RIO TEUCO

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