miércoles, 11 de septiembre de 2013

EMBRUJO TUNECINO (COSAS QUE PASAN) por PicaPalo



EMBRUJO TUNECINO

De subida. Línea NEYRU con itinerario nutrido como pocos.-

Puerto de Bordeaux de mi amada FRANCIA en un agudo invierno a fines de los 80. Un entrañable buque de ELMA que se resistía a su réquiem final descansa surto a muelle.-

Él sabía que era su última vez con nosotros. Sus nanas - por sus dueños no atendidas al ya ser anciano aunque no lo era tanto - no impedían que ÉL continuara sintiéndose un pez en el agua.-

Aún era temprano para que mostrara sus heridas no curadas. Mientras lo rememoro para contarlo, mi dolor solidario hacia ÉL renace… Muy bien se mereció que cuando lo evoco lo haga con mayúsculas. Y ÉL era de construcción nacional, lo parió!

Más adelante, como aquel viejo “flete” que sabedor de su destino final, pese a tener los vasos descascarados, herraduras perdidas y el lomo lleno de mataduras, sigue adelante rumbo a la querencia cuidando que su jinete - que viene acunado por Baco y sus efluvios - termine con sus huesos en el suelo.-

El muelle, como en otros tantos puertos europeos, estaba lejos del mundanal ruido, muy lejos…

En la línea NEYRU, al igual que otras menos Lejano Oriente, la divisa se pagaba en la moneda del puerto donde se cobraba. Por entonces el “Euro” no estaba ni en la imaginación más prolífica. Así veíamos pesetas, escudos portugueses, florines/chelines/libras británicas, francos franceses y – los más buscados por su reconversión posterior en BUE a dólares eran los marcos alemanes. También estaban las coronas danesas y suecas, los florines, los rublos, zlotis y un rosario de “currencies” que ahora me olvido pero que no eran las que usábamos para acobachar.-

En general, cuando buscábamos volver a casa con algún chiribín en el bolsillo, tratábamos de acumular lo más posible para liquidar en Hamburgo, no obstante, en los puertos anteriores algo había que manotear para poder disfrutar en tierra.-

Habíamos sacado unos pocos francos y con otro sátrapa nos fuimos a pasear. A la salida del puerto y ubicada relativamente cercana había una parada de bus. Allí nos dispusimos a esperar el paso de algún servicio. En Europa, a diferencia del tercer mundo, ya sabemos que los ómnibus no suelen tener frecuencias destacables, pero ese día tuvimos suerte, en pocos minutos llegó el bondi.-

Yo tuve abuela materna con marcado ascendiente francés, de hecho su apellido de soltera era “Masounave”, mi vieja era maestra de francés recibida en la “Alliance Française”, y como no podía ser de otra manera yo hablando francés era un BAGARTO… Apenas si me daba para el “gracias”, “de nada”, “buen día”, “cuánto cuesta” y “andá a la *@/=[+]#¬”. Por eso – en el país de los ciegos – como buen tuerto yo era el rey. Como se imaginarán quedé a cargo de comprar los boletos en virtud a mi fluidez de la lengua local…

Los tickets generalmente se debían comprar anticipadamente en los kioscos y diferentes lugares de venta antes de subir al ómnibus, pero en este caso Napoleón estaba con nosotros y el chofer también los vendía.-

Llegó el bondi.-

Venía lleno. Gente parada, cosa que no era muy habitual, se vé que embocamos una hora pico o algo semejante, pero – aunque “de dorapa” – podíamos viajar. Mi socio de infortunios subió primero ya que yo era quien compraría los boletos.-

El Comisario había dicho: “la agencia no trajo cambio, el que quiera divisa se lleva 100 francos, si nó no hay. No me jodan…” Por lo que los dos salimos con 200 francos en dos billetes de 100 cada uno de nosotros.-

Si bien en el bus había gente parada tampoco era el 60 a las siete de la tarde. Mi socio quedó tomándose de los pasa-mano del techo cerca de mí y yo frente al chofer.-

La apariencia del conductor me lo daba más ubicado en un ya decrépito personaje de Titanes en el Ring que tuvo que abandonar la briga para luchar con un colectivo y los pasajeros que a la imagen de un verdadero chofer. Casi cincuentón de cejas enjutas y mirada hosca, cuerpo robusto posiblemente retacón, pero no lo podía confirmar ya que estaba sentado frente al volante. Era feo. Y me miraba como tal.-

Tragué saliva con la intención de que los nervios no me cerraran la garganta, a ese señor yo le tenía que pedir dos tickets al centro pero no sabía qué sería mejor, si intentarlo en mi francés de “todo por dos pesos” o ladrarle directamente…

Mirándolo a los ojos - y como quien echa la “falta´envido” con un cuatro en la mano – empostando la voz de tinto carlón del Coco Basile le espeté : “ s'il vous plaît donnez moi deux billets pour le centre-ville” mientras que con la mano derecha le tendía el billete de 100 francos.-

El coso ese bajó la vista un instante y – volviéndomela a clavar – dijo algo así como : “Pas de changement?” por lo que interpreté que me había preguntado si no tenía cambio.-

“Non, je n'ai pas…” le respondí informándole mi negativa.-

“Mais, pas de francs???” volvió a la carga el cátcher frustrado ahora con mayor insistencia…

Si mi memoria no necesita una picareteada creo que cada boleto costaba algo así como cinco francos con algunos centavos, en total no llegaban a 11 francos los dos boletos.-

Le retruqué al simiesco chofer – ahora con voz más firme – “Non, je n'ai pas!!!”

Tornando su mirada como si le hubiesen quitado los maníes insistió : “Et pourquoi???” (Y por qué???)

“Parce que je n'ai pas!!!” (Porque no tengo!!!) Fue mi tajante respuesta ya mostrando mi estufamiento…

A esta altura, mi socio de trapisondas ya había avanzado un buen par de metros hacia el interior del coche buscando disimularse entre los pasajeros como diciendo “a ése de ahí adelante yo no lo conozco”…

Ya desencajado por completo, el acompañante de “BJ” al volante nuevamente cargó : “Et pourquoi???”

Y me cansé…

Ya ni siquiera champurreando franchute y en un porteño mezcla del Abasto y Caminito le mandé : “Mirá Negro, no tengo cambio porque recién llegamos, al taquero no le trajeron cambio y lo único que tengo en el grilo son estos cien mangos. Dame dos boletos macho!”

Obviamente el fulano no entendió nada pero se dio cuenta de que lo único que estaba consiguiendo era atrasar su servicio. Refunfuñando en voz alta, lo cual yo tampoco entendía, tomó mi billete, buscó el vuelto hasta abajo del asiento, me dio los boletos y arrancamos.-

A esa altura de las circunstancias mi socio ya había llegado hasta la puerta trasera y estaba preparado para tocar el timbre y bajarse si las cosas empeoraban… lo que se dice todo un “aguante” el que me hizo…

En ese puerto de buenos vinos estuvimos un par de días.-

Como era invierno la noche se cerraba a las 18:00 hs. No sería más tarde que eso, el crepúsculo había caído, paso por el “detall” de Máquinas que se encontraba abierto y en su interior veo a dos personas ajenas al buque. Uno era un hombre de unos 35 años, de cabello corto, alto y fornido cuyo aspecto remitía a un “Marine”. La otra persona, sentada en una silla, era propietaria de una larguísima y sedosa cabellera de un profundo color negro azabache, que brillaba reflejando la luz de la oficina. Ese cabello le daba marco a un rostro de suaves líneas angulares con generosos labios marcados, ojos de un verde soñado ligeramente almendrados y pestañas que actuaban encandilándome como una lámpara Aldis. El tono de su piel era fugazmente aceitunado delatando raíces moriscas. Sus cejas – presagiando lo que luego encarnaría nuestra criollísima Raquel MANCINI – se mostraban frondosamente pobladas con una cuidada depilación que les daba forma sin atenuarlas. Sentada se la adivinaba de una estatura no menor a un metro 75, y – pese a estar vestida con pantalones y campera de cuero negro como su cabello – sus formas no lograban ser ocultadas. Fue verla y sufrí una “babarragia”…

Él era francés y promotor de un boliche, aparte de francés hablaba inglés, pero a quien joraca le importaba él…

Ella, de origen tunecino, trabajaba también como promotora o algo así. Hablaba sólo francés aparte de su idioma nativo. Ella era la importante…

Un muchacho de Marinería los había recibido en la planchada, pero como el pobre no hablaba casi nada de inglés se había limitado a alojarlos en el detall alcanzándoles café mientras encontraba a alguien que los atendiera. Ese casualmente fui yo.-

Mi mayor esfuerzo era hacerme entender, con ella… Y ella se esforzaba por comprenderme. Estoy de suerte, pensé.-

El “Marine” hacía como que no estaba, si había que acotar algo lo hacía, si no miraba el techo.-

Hablamos un ratito en lo que mi parloteo me permitió, luego ella sacó de su bolso de cuero negro un par de tarjetas del boliche al que representaban, me las puso en la mano, y casi susurrando me dijo que estaría allí esa noche. Luego – al mejor estilo francés – me dio un par de besos en cada mejilla y ambos se fueron.-

Era muy fuerte…

Mis pulsaciones superaban lo imaginable y cualquier termómetro que me hubiese sido puesto habría detonado como pisado por un elefante. A la noche había que ir al boliche. Según lo que manifestaran los representantes estaba a sólo diez minutos del buque.-

La noticia corrió como reguero de pólvora. El Marinero, mientras yo estaba “con ella” en el detall, iba comentando lo que yo le traducía y a su vez lo desparramaba con el resto de la tripulación. Después de la cena, cerca de las 22hs - marchamos hacia el establecimiento.-

Éramos un montón en procura de jolgorio. Hacía frío pero no nos importaba, ya nos calentaríamos al llegar…

Llevábamos más de quince minutos de infantería a paso vivo y ni señales del boliche. La idea de estar yendo en rumbo equivocado crecía cada vez más. Los “diez minutos” sentenciados por los promotores posteriormente nos enteramos que no eran caminando sino en auto. Obvio que las distancias eran muy diferentes.-

La incertidumbre de “wrong way” era fuerte, pero las ansias del paraíso terrenal en la figura representativa de ojos verdes y piel morisca la superaba desproporcionadamente.-

En un momento pasamos por debajo de un edificio de departamentos. En el balcón del primer piso, pese a la hora y el frío, se hallaba su propietaria. La misma – cercana ya a las cuatro décadas de Arjona - sostenía en su brazo izquierdo su mascota, ésta era uno de esos canes tipo “bijouterie” como luego proliferaran en suelo argento formando parte del vestuario de algunas rutilantes figuras de la farándula telúrica.-

Desde abajo, deteniéndonos bajo su balcón, saludé a la dama y en mi característico francés le interrogué si estábamos bien encaminados hacia el antro señalado. La franchuta, al oír el nombre del boliche, largó una sonorísima carcajada mientras con el brazo y mano derecha nos señalaba que continuáramos en la misma dirección que traíamos. Sin que ella dejara de reírse le pregunté si aún nos faltaba mucho, lo cual fue respondido con una enérgica sacudida de cabeza de un lado al otro manifestando así su respuesta negativa. Luego, aún riéndose, se fue hacia adentro de su vivienda.-

Continuamos la marcha.-

Estimo que antes de haber recorrido unos quinientos metros, desde lejos, divisamos carteles luminosos que nos hacían intuir que nuestro destino estaba próximo. Faltando menos de una cuadra adivinamos la figura del “Marine” en la puerta quien – recíprocamente – al advertir nuestro arribo dejó la puerta y se metió dentro del local.-

La satisfacción de haber cumplido exitosamente mi papel de cicerone me henchía el pecho, por eso me puse al final de la cola, dejando que mis guiados tomaran la iniciativa y fuesen ellos los primeros en abordar el templo anhelado.-

Cuando el primero de nosotros iba a transponer el umbral de la puerta de acceso, desde adentro el sonido – al mejor estilo Johnny ALLON con su “cambiáme la música!!!” dejó lugar a los acordes de “La Cumparsita” con un marcado volumen. Cual nuestro arribo a Hamburgo por el Elba era honrado con el himno nacional, aquí se nos agasajaba con ritmo rioplatense. Qué nivel, loco!!!

Cuando faltábamos sólo un par de paseantes par para poner nuestros pies en el interior del templo profano se produjo un raro fenómeno. Los que ya habían ingresado regresaban protagonizando una estampida peor que la generada por una inspección de AFIP en La Salada. En la avalancha humana nos empujaban hacia afuera a los que – desconcertados – taponábamos la vía que, habiendo sido de entrada, ahora era literalmente de escape.-

Los que ganaban la calle, sin correr pero a paso vivo, tomaban camino inverso al anteriormente recorrido para llegar. Al pasar por mi frente aludían a no sé qué cosa de mi hermana, de mi madre, de mi abuela y demás componentes de mi familia y cercanías. Análogamente me aseguraban que yo no iba a sufrir de hemorroides luego de no recuerdo qué procedimiento que me aplicarían del que garantizaban su efectividad…

El templo había sido un boliche gay.-

Fueron unos días terribles a bordo. Hasta tanto la cuestión se fue diluyendo. Como prevención a un pase de factura por mi fallido cerraba con siete llaves mi camarote.
RIO CALCHAQUI

RIO CALCHAQUI

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