lunes, 5 de agosto de 2013

LA ARGENTINA DESORIENTADA por JUAN CARLOS CARRION

ARLANZA


                       La Argentina desorientada......               febrero 2002                                                   


117-CXVII                      La historia del cencerro                                   


Cuando el padre de Juan apacentaba los bueyes en los campos de Santibañez de Vidriales el retintín del cencerro se escuchaba hasta en las aldeas vecinas.  El hubiese querido ser escuchado en La Bañeza, en una tarde clara de agosto, pero se sabe los bueyes son seres muy tranquilos y no mueven mucho el cabestro.  Y La Bañeza está un poco lejos.

Su cuerpo acampanado era, en rigor de verdad es, de latón y cubierto con una capa de cobre que en algunos sitios cuesta trabajo distinguir.  El badajo es una ramita de encina tallada por el propio padre de Juan cuando niño, y las puntadas y nudos en el cuero que lo sostuvo tantos años, son de puro tiento.

Así que desde su sitial en la yunta que tiraba del arado tuvo desde siempre una vista privilegiada de esa tierra de terrones duros y colorados, de una tierra en cuchillas que apenas daban unas viñas y dejaban crecer algunos chopos y encinas.  Como esas que acaba de plantar su dueño.

En la casa lo colgaban en la pared de adobe de la planta baja y ahí pasaba la noche mientras el amo y su familia dormían en el piso de arriba aprovechando el calor de las bestias.

Un día notó que algo raro estaba pasando.  Su dueño se estaba despidiendo de sus hermanas y de sus padres.
Se iba a la América.

Él ya sabía que el hambre estaba llevando a los mozos del pueblo a más allá de ese mar del que se hablaba en las largas noches a la luz de la lumbre de sebo.
Sintió que una mano joven y rugosa, la de su dueño, lo descolgaba de la pared del establo.
- Tu te vienes conmigo, así no me olvido nunca de donde vengo.

Y cruzó el mar en la bodega de un buque inglés, junto a maletas de cartón y baúles de cuero y supo por los vecinos mas cultos que el barco era muy grande y se llamaba " Arlanza" y su destino final era un puerto muy bonito en un país enorme llamado Argentina.
Y lo colgaron en la puerta de una pensión para que su sonido delatase la entrada de la gente.  Y un día entró Crescencia y se quedó y otro día la partera y con ella apareció Juan.

Y Juan fue creciendo y el cencerro primero fue compañero de juegos y mas tarde volvió a servir de llamador en la casa que el padre hizo en un pueblito muy bonito.

Y Juan se hizo marino mercante.  Y visitó la tierra de su padre.  Y un día volvió a casa hablando de cómo había cambiado el pueblo.  Y de que se habían repartido las tierras y que ahora las autopistas pasaban cerca y que las casas de adobe fueron dejando paso a otras modernas . Y que la gente trabajaba y estaba contenta y que siempre extrañaban a los que se había ido tan lejos, sobre todo ahora que los mas viejos descansaban en el cementerio de la iglesia vieja y que estaban construyendo otra porque aquella había perdido el techo.  Y de cómo habían crecido los árboles que plantó el padre de Juan.

Y Juan se casó y se lo llevó con él al departamento que compró para Marcela y para el hijo que esperaban.  Y fue un niño.  Y Juan siguió navegando y el hijo creciendo . Y un día el padre de Juan llegó al departamento y estuvo contándole al nieto historias del pueblo, de las fincas, de las ruinas romanas, de los bueyes y de él, el cencerro.  Y estuvieron un buen rato mirándolo, abuelo y nieto.

Ese fue el día anterior a que se muriese el abuelo.  Y Juan volvió de viaje y se jubiló y luchó para poder seguir viviendo después de tantos años de trabajo y su hijo se recibió de mecánico y puso un taller y lo tuvo que cerrar porque las deudas crecían mas que sus clientes.

Y ahora lo descolgaron otra vez.  Y nuevamente dentro de una valija de tela se dispone a cruzar el mar.  Pero en avión.  Y le parece que Juan algo lagrimeó cuando abrazó a su hijo en el aeropuerto.  Pero él está contento porque sabe que vuelve al pueblo.  Otra vez a Santibañez de donde saliera hace ochenta años con el abuelo de su dueño actual. 

Santibañez de Vidriales en Zamora ,donde ahora no hay mecánicos.  Ahí va el hijo de Juan a poner su tallercito.

Y el cencerro está contento.

Como un cencerro.

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