RIO DESEADO |
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09.- El Cubano errante.
El Pañolero avanza tambaleante por el
túnel que lleva al depósito de la estopa. En el costado, el corto eje de la
hélice gira a las rotaciones de mar abierto. En pocas horas estarán en Brownsville,
la ciudad límite entre Mexico y Estados Unidos en ese recodo del Golfo, al
calor del verano del 85.
Algo se mueve entre las bolsas.
Asoma una pierna oscura y flaca terminada en ojota
tropical.
Es Pellegrini.
Pellegrini resultó ser un
“Marielito”, es decir uno de los cubanos que salieron desde la isla de Mariel
en ese momento de los 80 en que se permitió un alud de inmigrantes cubanos
hasta que los yanquis descubrieran que muchos no provenían de haciendas
azucareras sino de las cárceles de la zona.
Y estos “marielitos” aunque pudieron ingresar
al país del norte, debian cumplir con la legislación que a través de una
“parole” les impedía salir y querer volver. Y esto es lo que pasaba con
Pellegrini, que buscando otros horizontes menos discriminatorios se había
embarcado en Tampico. La falta de información acerca del itinerario o el
confiarse en su suerte habían hecho que en ese momento acompañado por el Jefe
de Máquinas, el “poroto” Ricatti ,afrontase el primer interrogatorio de esta
historia.
Menudo, de unos treinta y cinco años, oscuro
como buen cubano y cubierto solo con short y remera, al primer golpe de vista
recordé su figura en la planchada de Veracruz charlando con el Sereno como un
tripulante más.
Quedó confinado en la enfermería y en el puerto
custodiado por dos rudos agentes de un servicio de Seguridad ya que ni las
Autoridades yanquis quisieron tenerlo cerca y menos permitir desembarcarlo.
Y el “Río Deseado” avanza en su viaje de
retorno con el morocho instalado en la popa y ocupado en su nueva profesión:
lavador de pantalones vaqueros. Con un balde y un ladrillo refractario de sus
nuevos amigos, pasaba las horas rascando el duro “denim” y transformando los
burdos vaqueros en modelos de última generación.
Y fue el llegar a Buenos Aires y verlo salir
escoltado por Prefectura y acompañado por el personal de Inmigración hacia vaya
a saber que catacumba portuaria. Desde la borda lo saludaron con la mano sus ex
compañeros de ruta.
Como siempre la estadía pasó mas rápido de lo
pensado y una noche de invierno a la luz mortecina de los faroles del muelle de
la“B 7ª” en Puerto Nuevo en el instante de largar cabos un coche patrullero
trajo de retorno a Pellegrini.
Que había pasado:
Pellegrini era un polizón y
debía volver a donde había embarcado. Ni Inmigración, ni Prefectura, ni el
Comisionado de la ONU
ni nadie lo querian en Buenos Aires. Y el Jefe Coordinador de ELMA, hizo que lo
registrasen en el Libro de Rol como supernumerario mientras instruía al Comando
(en voz baja) de deshacerse del cubano en el primer puerto.
El que conoce el sistema sabe
que decir no es hacer y menos si el susodicho clandestino figura en el Libro de
Rol y la Autoridad
portuaria uruguaya lo primero que quiso hacer era ver a ese extraño espécimen
de tripulante. Y otra vez la custodia y otra vez rumbo al norte con el
sonriente “marielito” ayudando a los marineros ya que de ida no había vaqueros
que rascar. Y custodia en Brasil y en Estados Unidos hasta que se lo llevaron a
las mazmorras en Tampico.
Se vé que los tripulantes lo extrañaban
porque le pusieron abogado, hablaron con los periódicos y con la bandera de los
derechos humanos Pellegrini rumbo al sur rascando otros vaqueros ya adquiridos
al efecto en el boliche del ruso Marcos en Nueva Orleans...
Recuerdan el cuento de “la buena pipa”? esto
era su representación virtual, así que suspiré aliviado ya que al volver me
correspondía licencia y el tema, de seguir, pasaba a mi relevo.
Volvió el cubanito a la cárcel
portuaria argentina y después de la estadía otra vez abordo rumbo al norte. Pero esta vez los contemplé desde el muelle.
No volví al “Rio Deseado”
pero Pellegrini sí. Cuentan los memoriosos que en Santos un solícito tercer
oficial lo llevó hasta la estación de Omnibus y lo depositó en uno que partía
rumbo a San Pablo. A través del cristal de la ventanilla vió desdibujarse el
rostro, diríamos lloroso, del clandestino. El mismo rostro que volvieron a ver
cuando la Autoridad
brasilera lo reembarcó en Vitoria, solo un poco mas al Norte, diciendo que
solito se había presentado pidiendo no ser separado de su amado buque.
Y así estuvo, como réplica del holandes
errante, bajando la planchada solo para estar temporario en alguna celda y
volver otra vez a la salida como acuático fenix, hasta que amarraron el “Río
Deseado” y ELMA lo alojó en un carguero
desafectado en el Dique Cuatro, en Puerto Madero, y le llevaban comida y se
hizo amigo de los marineros de la
Prefectura y volvía todas las noches a su hotel flotante.
Y un día, mucho tiempo
después, el huracán neoliberal, junto
con los buques, los depósitos, las gruas,
también se llevó a Pellegrini.
GRACIAS CAP CARRION
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