sábado, 6 de julio de 2013

el cubano errante por el Cap Juan Carlos Carrion

EL CUBANO ERRANTE
RIO DESEADO

RIO DESEADO


  09.-    El Cubano errante.


 El Pañolero avanza tambaleante por el túnel que lleva al depósito de la estopa. En el costado, el corto eje de la hélice gira a las rotaciones de mar abierto. En pocas horas estarán en Brownsville, la ciudad límite entre Mexico y Estados Unidos en ese recodo del Golfo, al calor del verano del 85.
Algo se mueve entre las bolsas.
Asoma una pierna oscura y flaca terminada en ojota tropical.
Es Pellegrini.

Pellegrini resultó ser un “Marielito”, es decir uno de los cubanos que salieron desde la isla de Mariel en ese momento de los 80 en que se permitió un alud de inmigrantes cubanos hasta que los yanquis descubrieran que muchos no provenían de haciendas azucareras sino de las cárceles de la zona.
 Y estos “marielitos” aunque pudieron ingresar al país del norte, debian cumplir con la legislación que a través de una “parole” les impedía salir y querer volver. Y esto es lo que pasaba con Pellegrini, que buscando otros horizontes menos discriminatorios se había embarcado en Tampico. La falta de información acerca del itinerario o el confiarse en su suerte habían hecho que en ese momento acompañado por el Jefe de Máquinas, el “poroto” Ricatti ,afrontase el primer interrogatorio de esta historia.

 Menudo, de unos treinta y cinco años, oscuro como buen cubano y cubierto solo con short y remera, al primer golpe de vista recordé su figura en la planchada de Veracruz charlando con el Sereno como un tripulante más.
 Quedó confinado en la enfermería y en el puerto custodiado por dos rudos agentes de un servicio de Seguridad ya que ni las Autoridades yanquis quisieron tenerlo cerca y menos permitir desembarcarlo.

 Y el “Río Deseado” avanza en su viaje de retorno con el morocho instalado en la popa y ocupado en su nueva profesión: lavador de pantalones vaqueros. Con un balde y un ladrillo refractario de sus nuevos amigos, pasaba las horas rascando el duro “denim” y transformando los burdos vaqueros en modelos de última generación.

 Y fue el llegar a Buenos Aires y verlo salir escoltado por Prefectura y acompañado por el personal de Inmigración hacia vaya a saber que catacumba portuaria. Desde la borda lo saludaron con la mano sus ex compañeros de ruta.

 Como siempre la estadía pasó mas rápido de lo pensado y una noche de invierno a la luz mortecina de los faroles del muelle de la“B 7ª” en Puerto Nuevo en el instante de largar cabos un coche patrullero trajo de retorno a Pellegrini.

 Que había pasado:
Pellegrini era un polizón y debía volver a donde había embarcado. Ni Inmigración, ni Prefectura, ni el Comisionado de la ONU ni nadie lo querian en Buenos Aires. Y el Jefe Coordinador de ELMA, hizo que lo registrasen en el Libro de Rol como supernumerario mientras instruía al Comando (en voz baja) de deshacerse del cubano en el primer puerto.

El que conoce el sistema sabe que decir no es hacer y menos si el susodicho clandestino figura en el Libro de Rol y la Autoridad portuaria uruguaya lo primero que quiso hacer era ver a ese extraño espécimen de tripulante. Y otra vez la custodia y otra vez rumbo al norte con el sonriente “marielito” ayudando a los marineros ya que de ida no había vaqueros que rascar. Y custodia en Brasil y en Estados Unidos hasta que se lo llevaron a las mazmorras en Tampico.

  Se vé que los tripulantes lo extrañaban porque le pusieron abogado, hablaron con los periódicos y con la bandera de los derechos humanos Pellegrini rumbo al sur rascando otros vaqueros ya adquiridos al efecto en el boliche del ruso Marcos en Nueva Orleans...

 Recuerdan el cuento de “la buena pipa”? esto era su representación virtual, así que suspiré aliviado ya que al volver me correspondía licencia y el tema, de seguir, pasaba a mi relevo.

Volvió el cubanito a la cárcel portuaria argentina y después de la estadía otra vez abordo rumbo al norte.  Pero esta vez los contemplé desde el muelle.

No volví al “Rio Deseado” pero Pellegrini sí. Cuentan los memoriosos que en Santos un solícito tercer oficial lo llevó hasta la estación de Omnibus y lo depositó en uno que partía rumbo a San Pablo. A través del cristal de la ventanilla vió desdibujarse el rostro, diríamos lloroso, del clandestino. El mismo rostro que volvieron a ver cuando la Autoridad brasilera lo reembarcó en Vitoria, solo un poco mas al Norte, diciendo que solito se había presentado pidiendo no ser separado de su amado buque.

 Y así estuvo, como réplica del holandes errante, bajando la planchada solo para estar temporario en alguna celda y volver otra vez a la salida como acuático fenix, hasta que amarraron el “Río Deseado”  y ELMA lo alojó en un carguero desafectado en el Dique Cuatro, en Puerto Madero, y le llevaban comida y se hizo amigo de los marineros de la Prefectura y volvía todas las noches a su hotel flotante.

Y un día, mucho tiempo después,  el huracán neoliberal, junto con los buques, los depósitos, las gruas,  también se llevó a Pellegrini.                                           
                                                                           GRACIAS CAP CARRION

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