ALBERTO DODERO |
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Navegaba tranquilo el viejo
“Victory”, por las aguas calientes del Caribe.Habia zarpado de la isla de
Puerto Rico en demanda de Tampa en la península de la Florida.-
Es decir bordeaba lo que se
denomina el “Triangulo de las Bermudas”, pero esto no causaba ninguna
preocupación a sus tripulantes ¡tantas veces habían cruzado esos lugares! Y
nunca había pasado nada, siempre, con la mar en calma, bajo el agobiante calor,
en esos buques que habían servido de transporte en la Segunda Guerra
Mundial, y que por lo tanto no tenían las comodidades, que ya en ese año de
1960, `poseían otros buques de carga.-
Pero era lo que teníamos y ya
estábamos acostumbrados a ese calor agobiante, en esos hierros calcinados por
el sol del Caribe, esperando la brisa y la noche, que trajera un poco de alivio
para poder dormir.-
Eran cerca de las cinco de la
tarde, y estábamos en el puente de mando, charlando con el primer oficial,
viejo compañero de travesías marítimas, cuando de improviso el marinero de
reten, que estaba a la banda, lo llamó diciendo”-Primero, mire hacia el
horizonte, parece un bote a la deriva”.Efectivamente no demasiado lejos que se
divisaba un pequeño mástil, sin velas en una lancha mediana.-
De inmediato el primer oficial llamó
al puente al capitán, para ponerlo en conocimiento de lo que pasaba.-
Cuando llegó al puente, ordenó
poner proa hacia el artefacto, para averiguar que les pasaba a las personas que
iban en esa pequeña embarcación, alejada de todo puerto cercano!
A medida que nos acercábamos,
se distinguía que lo tripulaban tres personas, que gesticulaban y lanzaban
gritos en español en demanda de ayuda.-
El capitán ordenó parar la
maquina y suavemente, con la inercia que traía el buque, nos fuimos acercando a la lancha, cuando los
tripulantes de la misma dejaron de gritar al sentirse ya protegidos por nuestra
nave.-
Una vez que abordaron, se ordenó
sacar una pluma de uno de los guinches de proa, y se procedió a embarcar la lancha,
que quedó en la cubierta a la espera que se resolviera que se iba a hacer con
ella.-
Era una embarcación vieja, que
llevaba adosado un motor de automóvil, la fuerza propulsora, pero que ya no
funcionaba, seguramente nunca lo había hecho muy bien, porque los años se le
notaban, tanto al motor como al casco.-
Los tres personajes fueron
llevados a la presencia del capitán para proceder a su interrogatorio a fin de
consignar el hallazgo en el Diario de Navegación, sus identificaciones, y en
fin cualquier dato que fuera de utilidad a los guardacostas de los EEUU, una
vez que arribáramos a Tampa Fla.-
-“Bueno a ver como te llamas-le
demandó el capitán a uno de ellos-“
-“Mi nombre es Juan Solanas García-dijo
el aludido,- y estos son mis compañeros en la aventura, Jaime Reyes Saldaña y
Francisco Ares Morena-todos cubanos, que tratamos de salir de la isla, en esa
embarcación que nos encontraron…
“-Tienen pasaportes?-interrogó
el primer oficial
“-Mira chico, tu sabes que
cuando uno escapa de Cuba, no es posible obtener un pasaporte.Ninguno de los
tres lo tiene…
-“Bueno-dijo el capitán-¿cuanto
tiempo hacen que están en el mar?
-“Hace cinco días sin contar,
la noche que salimos de la isla, y el motor dejó de funcionar hace tres días,
que desde ese tiempo andamos a la deriva.-
“-Tu sabes y esto se lo digo a
los tres-exclamó el capitán-que cuando lleguemos a Tampa, los entregaré a las
autoridades americanas, y no sé lo que ellos harán con Uds. así que de nuestra
parte no esperen nada, solamente les daremos alojamiento y comida mientras
estén abordo, trabajaran en cubierta a las ordenes del contramaestre, y a propósito
¿que profesión o trabajo tenían en Cuba?
“-Pues mira chico-yo era
calderero y estos dos picoteaban donde podían, aunque su profesión era la de
zafreros en el campo…
Después de anotar sus nombres,
edades y lugar de nacimiento, y algunas otras preguntas, los mandaron con el
marinero de reten a la cocina para que comieran algo, y luego dejarlos al
cuidado del contramaestre, que se haría cargo de ellos en el trabajo en
cubierta.-
-“Que te parecen estos
tipos?-me preguntó el capitán.-
-“No lo sé parece que dicen la
verdad –le respondí, -pero claro con estos tipos nunca
-“se sabe…
-“Mintieron de entrada nomás,
pues fíjate que no tienen barba, ni sus rostros están quemados por el sol, no
hace el tiempo que dicen que salieron de Cuba, o que navegan a la deriva, y
hasta me atrevo a decirte, que no estoy seguro que salieran de la Isla…”
En verdad yo no me había fijado
en esos detalles, que él detectó enseguida, pero como no era asunto de mi
incumbencia dejé el puente y fui a trabajar, una cubierta más abajo.-
Ya había caído la noche…esas
maravillosas noches en el Caribe, con una luna reflejándose en las aguas
tropicales, donde la estela que iba dejando la nave, parecía brillar, tal era
la blancura de la espuma y la quietud nocturna!
Navegando en las cristalinas
aguas del Caribe, uno deja vagar su imaginación y comienzan a aparecer en la
memoria los libros leídos acerca de estos lugares y las legendarias figuras de
los galeones españoles que atravesaban estas aguas allá por el siglo XVII ,
transportando su carga de oro al viejo mundo.-
También acuden a la memoria los
abordajes de piratas y corsarios, que abundaban en estos mares ,que esta noche
maravillosa estábamos cruzando, quizás por las mismos sitios, y en lontananza,
casi podría decir que se oían los cañonazos y los gritos de victoria ahogados
en ron si uno se dejaba llevar por la imaginación.-
No dejaba de pensar en la
cantidad de los muchos tesoros y galeones reales, que yacen en el fondo de
estas aguas, plagadas de algas y tiburones, a una profundidad, que la mayor se
aproxima a los veinticinco mil pies!
Al llegar a Tampa, los tres
“náufragos” fueron entregados a las autoridades de ese país, donde seguramente,
le darían asilo como “refugiados políticos” como lo hacían con casi todos los
cubanos que eran encontrados en alta mar en frágiles embarcaciones, como era
nuestro caso.-
Pasaron algunos años, ya había
desembarcado del viejo “Victory” y estuve navegando en otros buques más modernos
en la línea del Norte de Europa, así que por unos años, no volví a los Estados
Unidos, hasta que en una ocasión, cuando volvíamos de Hamburgo, recibimos orden
de poner proa a Canadá, exactamente a Montreal.-.-
II
Llegamos a la desembocadura del San Lorenzo, inmenso río,
que en su ribera los franceses edificaron varias ciudades, pero la mas bella de
todas es Québec, por lo menos es mi preferida.-
Una ciudad amurallada, desde los tiempos en que los
británicos y franceses se disputaban su territorio.
En 1608 Samuel de Champlain, a los pies de esta ciudadela
natural, estableció un puesto de comercio de pieles, mientras que las
instituciones religiosas y políticas se instalaban en la parte alta de la
ciudad, donde estaban las fortificaciones, donde los mercaderes y artesanos,
ocupaban el borde del río, en la parte baja de la ciudad.-
Pero finalmente el afán imperial de Gran Bretaña, después de
varios intentos de conquistar la” belle citè”finalmente lo consiguió en 1759, y
la Nueva Francia,
pasó a manos de la corona británica.-
Sin embargo todo ello, no fue óbice, para que la población
de Québec se sientan ligados a la cultura francesa y repudian la inglesa así
como su lengua, y en los días actuales, todavía se sigue hablando el francés
por la mayoría de sus habitantes, y en los muros de la muralla, ya casi borrada
por las lluvias se puede leer “Vive le
Québec Livre” la exclamación que Charles de Gaulle, hizo durante la visita que
hizo a esta ciudad, ante el asombro y la indignación de los ingleses!
Remontando el San Lorenzo, durante el verano, se pueden ver
en sus orillas, las blancas construcciones en un paisaje bucólico e ideal, pero
avanzando sobre su margen derecha, en lo alto del cabo Diamant se destaca, como
el puño cerrado de un gigante, desde lejos, la mole impresionante del “Chateau
de Frontenac”
La ciudad de Québec, cuna de la civilización francesa en
América, es un puerto marítimo de singular importancia como también las actividades
culturales, y de investigación que se desarrollan con el acerbo de la
influencia francesa en el desarrollo de la misma.-
En esos días se celebraba la
fiesta nacional del país, y cuando amarramos en los muelles dé Montreal, la
agencia marítima traía una invitación para los oficiales del buque, concurrir
al City Hall, donde se ofrecía una fiesta, conmemorando su fiesta patria, la
invitación había sido por intervención del Consulado Argentino.-
Estando en la recepción, encontré varias diplomáticos de los
países latinoamericanos, cosa que me sorprendió, aunque la explicación era que Canadá
estaba reforzando sus lazos comerciales con los países de centro y sud América,
en lo atinente a materias primas, que estos producían, como siempre las
atenciones oficiales, siempre tienen un proceder, que generalmente se mezclan
con sus intereses económicos, y este país, no era distinto de los otros.-
Estando charlando en un grupo, con el encargado de prensa
del consulado mexicano, este me preguntó si conocía al secretario de
comunicación social de Cuba, que estaba en Montreal, le respondí negativamente,
porque ni tenia idea de quien se trataba, entonces, se apresuró a decirme, se
lo voy a presentar, dado que se que gusta mucho de la música de su país, y rápidamente
se volvió y trajo del brazo a una persona, que en el primer momento no lo
reconocí, pero luego de las presentaciones, no podía sacar de mi mente donde había
visto yo a ese hombre antes, cuando en uno de esos chispazos que se producen en
la memoria, lo reconocí, era Juan Solanas García, el cubano que lideraba el
grupo de los náufragos que habíamos recogido en el mar algunos años atrás...
El no me reconoció y no hice nada para recordarle el
episodio, lo que extrañaba que él durante el interrogatorio que le se hizo a
bordo se había presentado como “calderero” y no como periodista y escritor, que
naturalmente había eludido el férreo control del FBI americano, dado que
después de permanecer en los Estados Unidos, supongo que de incógnito, pudo
salir de ese país, con el cargo diplomático que el gobierno de la isla, lo
había honrado quizás merced a su trayectoria como escritor o como combatiente,
junto al Comandante! ¡Vaya uno a saber!
Efrain Dorrego
Diciembre del 2004
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